sábado, 31 de enero de 2015

Las manos que le hablaban.

(Esta fotografía ha sido cedida y esta protegida con Copyright por derechos de autor © Castells ®)



Subió al tranvía, caminó al centro y se sentó rápidamente, se dio cuenta de que tanta prisa no tenía importancia, porque tenía tiempo suficiente para llegar a donde iba.

Miró su teléfono móvil, alguna que otra respuesta a mensajes de más importancia, los demás: para después. Tenía una reunión importante y quería aprovechar el tiempo del viaje para revisar los apuntes y temas que trataría.

Levanto la mirada, frente a ella, medio siglo de amor y desenfado se mostraba ante sus ojos.

Les miraba con ternura y no pudo dejar de plasmar en una foto el recuerdo de sus manos.

Manos entrelazadas que encajaban perfectamente, armoniosamente.

Manos que en sí mismas llevaban reflejadas las huellas de muchos años de trabajo, del dolor superado, de pasión y confidencia, brindaban sin reparo su amor a todo el que quisiera verlas.

Le llegó a la mente el recuerdo de sus queridos padres, de su vida, de cuando por primera vez pudo tomar de las manos a su pequeño hijo.

De todas aquellas manos que se han cruzado en su camino. De las que siguen ahí, de las que ya no están, de las que algún día: no estarán…

Su garganta se hizo un nudo, que por unos instantes casi no le permitía respirar, inspiro muy profundo, caminó a la salida, bajo del tranvía y pensó; que bien valdría la pena tener muy cerca todas aquellas manos que más quiere.

Reflexionó en un instante acerca de toda su vida y concluyó: que solo tomaría las manos sinceras, que sería tan fuerte como, para dejar ir las manos que podrían sin tocar decir adiós por alguna razón y mantener cerca las manos más cálidas, las que no engañan, las verdaderas.



domingo, 25 de enero de 2015

Mi diagnóstico


Una tarde muy fría del mes de Julio del año 2010, en Planta 5, Sala B, Consulta Especializada 9 de Neurología, de un conocido Hospital de la capital de España, Madrid. A la derecha de la puerta, una señal luminosa con el nombre de la neuróloga, que no es otra, si no: mi amiga, la Dra. Carácter.
Sala de espera colmada de pacientes, pude ver que había sillas libres, pero preferí caminar de un lado a otro. Después de varios minutos, me senté a esperar, toda la expresión de mi ansiedad se reflejaba en mi pierna derecha que no podía dejar de mover.
Realicé una llamada para confirmar mi vuelo de regreso a casa, quería regresar lo antes posible, quería sencillamente escapar, no saber.
Por unos minutos, levanté la mirada y observé unos rostros tranquilos, otros leyendo, otros con la duda en la mirada, como yo.
Decidí buscar calma donde no la había, la puerta de la consulta se abrió y escuche mi nombre, me tocaba entrar, sin saberlo aún, a un mundo “desconocido”.
En el interior de la consulta, mi amiga la Dra. Carácter, sonreía amistosamente, comenzó a explicar los resultados de tantas pruebas, como documentos tenía encima de su escritorio. Tantas palabras que yo alcanzaba a interpretar a medias, me comentó que se había reunido con otros neurólogos en Estados Unidos y todos habían llegado a la misma conclusión, entonces fue cuando pronunció la frase que nunca hubiera querido escuchar “padeces Esclerosis Múltiple”.
A pesar de su brillante trayectoria y experiencia, quería pensar que mi amiga estaba equivocada, que solo había ido a visitarla y que ese día solo era un mal sueño, del que en algún momento tendría que despertar.
Permanecí inmóvil, regresaban a mi memoria preciosas imágenes de parte de mi vida, todo lo que hasta este momento parecía importante, había dejado de serlo (ni tan siquiera el viaje de regreso a casa, el mundo se había detenido ante mis pies). Comenzaba a ser consciente de que mi vida cambiaría y esta vez para siempre, en ese momento lo único que resonaba en mi cerebro era, un escalofriante silencio, que solo pudo ser roto por un abrazo de las dos…
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...